La memoria del servicio militar es, para la mayoria de hombres coreanos que lo han cumplido, una recurrente pesadilla. Muchos confesan que se despiertan gritando a medianoche por esa pesadilla en que son forzados a volver a la fuerza armada y otros prefieren guardar silencio sobre esa experiencia poco agradable.
El por qué de este mal recuerdo es simil al disgusto que sienten los esclavos cuando están forzados a trabajar y a ser diligentes para las cosas que no les interesan siquiera un poco. Tambien se asemeja al posible sentido de las cosas desechables si fueran capaces de pensar. Es que un simple soldado en la fuerza armada es como esclavo. No tiene derecho a negarse a las ordenes por más absurdas que sean. Son educados por los oficiales que pueden ser tratados como papeles higiénicos si así exige la situación y que desde el punto de vista de la estrategía, resultan menos valiosos que los alimentos. A pesar de que la democratización de la sociedad ha influenciado mucho la vida de los soldados, el hecho básico persiste: es la pérdidad de la libertad, una experiencia de ser esclavo por un tiempo limitado.
Sin embargo, me siento obligado a confesar que la memoria del servicio militar es también un tema muy preferido de charlar entre los hombres. Se ven en muchas partes y todos los dias hombres que glorifican sus experiencias en el servicio o sonríen burlándose de los que aún están cumpliéndolo o van a hacerlo en poco. La memoria del servicio militar es, mal que bien, un recuerdo común entre los hombres. Ya firmemente instalada como parte imprescindible de la identidad masculina coreana, genera y regenera un número incontable de únicas experiencias, leyendas y cuentos. Mal que bien, se ha convertido en fuente de inspiración cultural para los machos que los separan de las chicas y en razón del orgullo de haber aguantado condiciones miserables y de haber experimentado aventuras extraordinarias.
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